Los padres queremos lo mejor para nuestros hijos

Los padres queremos lo mejor para nuestros hijos

Todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos. Como padres hacemos un gran esfuerzo para darles herramientas necesarias para que sean independientes, vivan en una sociedad y sean felices. Por otro lado, también dedicamos gran parte de nuestra energía a estar constantemente pendientes de protegerlos frente a diferentes peligros a los que pudieran exponerse: nos ocupamos de ofrecerles comida saludable e incentivarlos a que hagan actividad física para evitar sufran de obesidad y otros problemas de salud cuando sean mayores; peleamos para que se coloquen protector solar cuando vamos a la playa o realizan actividades al aire libre para protegerlos de quemaduras solares y el cáncer de piel; les ponemos repelentes para protegerlos de picaduras de mosquitos que pudieran transmitirles enfermedades como el dengue, zika o chikungunya. Los ejemplos son infinitos, pero la meta final no cambia: asegurar su salud y bienestar.     

Sé que muchos padres concordarán conmigo en que sería fantástico que hubiese un método a prueba de errores para asegurar el bienestar de nuestros hijos. Lastimosamente, como bien sabemos, no existen recetas infalibles para mantener a nuestros hijos sanos, pero hay acciones que definitivamente ayudan a protegerlos de ciertas enfermedades infecciosas. Una de estas es vacunarlos.

Algunos papás vacunamos a nuestros hijos porque creemos que las vacunas son seguras y las consideramos  un bien social, porque no solamente benefician a la persona que las reciben, sino a la comunidad en general; estas bloquean la circulación de virus y bacterias y protegen de enfermedades a personas que no se vacunaron por alguna contraindicación (por ejemplo, embarazadas o pacientes bajo algún tratamiento que debilite su sistema inmunológico) o porque todavía son muy pequeños para recibirlas (bebés cuyos sistemas inmunes están todavía inmaduros). 

Otros papás eligen no vacunar a sus hijos por diferentes razones. Unos alegan que es mejor padecer ciertas enfermedades que prevenirlas, por ejemplo, la varicela o el sarampión. Otros no perciben la gravedad de algunas enfermedades porque hace años no convivimos con ellas, como la poliomielitis, la difteria o la meningitis por Haemophilus Influenzae. Algunos confían en terapias alternativas como la homeopatía para proteger a sus hijos de enfermedades. También hay quienes creen que las vacunas son dañinas y causan patologías a corto y largo plazo como el autismo o están convencidos que las vacunas solo sirven para enriquecer a las compañías farmacéuticas.

Entiendo que la raíz de esta decisión de no vacunar, cualquiera que sea el motivo, proviene de ese mismo instinto paternal de proteger a los hijos, ya que los que citan las razones previamente mencionadas están convencidos de que están haciendo lo mejor para sus pequeños. Sin embargo, es sumamente importante informarse bien, buscando y leyendo información de fuentes confiables. Personalmente recomiendo fuentes tales cómo el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos o el Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría ya que se actualizan continuamente y contienen valiosa información sobre las vacunas.

Creo firmemente que los papás debemos tomar decisiones responsables con respecto a nuestros hijos teniendo en cuenta las repercusiones en la salud pública. Hay enfermedades que al infectar a una persona sólo afectan a esa persona (como por ejemplo el tétanos), mientras que la mayoría de las enfermedades prevenibles mediante vacunación son contagiosas, por lo cual las decisiones individuales impactan a toda la comunidad.

Todos los padres queremos ver a nuestros hijos crecer, cumplir sus sueños y ser felices. En mi opinión, así como todos los días tomamos acciones para protegerlos de diferentes peligros para asegurar su constante bienestar, no debemos dejar de ponerles las vacunas que los protegen contra muchas enfermedades potencialmente mortales.  Vacunarlos puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.  

Autor: Dra. Ana Gabriela Lucas

Médico Pediatra  


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